Dr. C. George Boeree
Departamento de Psicología
Universidad de Shippensburg
Traducción al castellano:
Nacho Madrid
Hasta el momento, nuestra teoría es bastante fría y mecánica. ¿Qué hay de los sentimientos? Bien, están ahí, hasta cierto punto, en cada interacción.
Imagina esto: En medio de la noche, tienes un ataque de hambre. Así que dejas tu cama y buscas el frigorífico. Está muy oscuro, pero conoces tu apartamento como la palma de tu mano, así que no te preocupas por las luces. La mesa del café está en mitad de la habitación y anticipas su presencia y la rodeas. Quizá adelantas tu mano para tocar el borde y confirmar lo que esperas. Ya estás casi allí --- cinco pasos más hasta el frigorífico --- cuando ¡ZAS! Te das contra algo sólido de seis patas: ¡lo inesperado!
¿Qué sientes en ese momento? Quizá miedo, sorpresa, quizá terror total. Sea lo que sea, es desagradable. Lo llamaremos angustia.
Estás, al mismo tiempo, ocupado anticipándote – pensando opciones sobre la naturaleza de la bestia, tomando decisiones que puedan aliviar alguno de tus miedos, buscando el interruptor de la luz. Las luces se encienden... y tú esperas que sea un psicópata.
Y he aquí que se trata del frigorífico. Limpiaste debajo de él por primera vez en 30 años y lo dejaste retirado. Las cosas tienen sentido otra vez. ¿Ahora cómo te sientes?
Quizá sientas alivio, una sensación de resolución placentera. Lanzas un gran suspiro, puede que rías. Las cosas tienen sentido de nuevo. La vida está en el camino correcto de nuevo. Llamémoslo placer.
(Nota que puede que aun sientas alguna emoción negativa, tan pronto como pasa el alivio inicial – como enfado con tu propia estupidez. Este problema tiene aun que ser resuelto.)
Otro ejemplo: Date cuenta como la gente sale de las montañas rusas. Nota sus sonrisas congeladas. Esa es su forma de decir “Si! Estoy vivo!”
Seamos más precisos: cuando la interacción es problemática, sentimos angustia. Por ejemplo (1) cuando fallamos en anticipar algo – como el congelador en nuestra cara – estamos angustiados.
También sentimos angustia cuando (2) anticipamos más de una cosa al mismo tiempo: anticipaciones conflictivas. ¿Cual de tus compañeros de piso es realmente el asesino de la sierra mecánica? Cada vez que estás solo con uno de ellos, no sabes si sentirte seguro o salir corriendo.
Y (3) también lo sentimos cuando nos enfrentamos con una incertidumbre general: ¿Cual será el siguiente movimiento de esa cucaracha, o rata, o serpiente? Quizá esta es la raíz de las fobias comunes a estas encantadoras criaturas.
La angustia puede ser suave, una irritación o enojo: cuando tu bolígrafo se queda sin tinta justo antes de firmar un cheque en el supermercado local.
Puede ser un poco más intenso: la frustración de que tu coche se rompa; el miedo cuando el coche va fuera de control en la autopista; el disgusto que sientes cuando descubres que tu amante arranca la cabeza de un mordisco a pollos vivos.
El placer es la resolución de nuestros problemas de angustia. Realmente nosotros estamos desarrollando o elaborando nuestra comprensión del mundo cuando sentimos placer. El placer es la cara emocional de la adaptación, del aprendizaje.
También puede ser suave: El sentimiento placentero de terminar un crucigrama o ganar un juego o deporte. O puede ser un poco más intenso, como el alivio que sientes cuando te das cuenta de que en la montaña rusa solo se siente como si se saliera de los raíles, o la alegría del descubrimiento científico, la creación artística o la experiencia mística.
Date cuenta, ya que resolver problemas requiere tenerlos, el placer depende de la angustia. Incluso el placer físico parece funcionar así: lo disfrutas más después de un tiempo sin tenerlo, sea comida, bebida o sexo. Si tenemos demasiado de algo no parece satisfacernos tanto (Fíjate que nuestra respuesta a esto es a menudo tratar de hacerlo incluso más. De hecho algunas de nuestras actitudes neuróticas hacia el sexo, la comida o el juego funcionan así.)
Enfrentarse a un problema no causa angustia, es la angustia. La angustia es solo la parte emotiva de la situación. Los mismos argumentos se aplican al deseo. No está causado por la resolución del problema. Y la angustia y el deseo no hacen que busques la solución, no son fuerzas motivacionales.
Pero no ha duda de que las situaciones en que sientes
angustia pueden ser aquellas que evitaras en un futuro. O, si se
resuelven con el placer, pueden ser aquellas que busques en el futuro.
Es la anticipación de la angustia o del deseo lo que es
motivante.
La ansiedad es la anticipación angustiosa de la angustia. Por
experiencia, esperas que la situación en la que te encuentras
sea desagradable. Esta expectativa es por sí misma desagradable:
está en conflicto con tu deseo de ser un individuo feliz y
despreocupado. Y, a menudo, tratas de evitar la situación.
La esperanza es la anticipación placentera del placer. Por experiencia, el problema ante el que te encuentras se resolverá, y esto es un pensamiento feliz. Dependiendo de los detalles, podemos también llamarlo entusiasmo, o incluso ansiedad (como en “!Estoy ansioso por empezar!”
Ahora bien, la angustia y el placer “básicos” no suelen suceder al mismo tiempo – ya que uno es el problema y el otro la solución --, sino la angustia y placer anticipatorios – esto es, la ansiedad y la esperanza – a menudo suceden al mismo tiempo: llamamos a esto “emociones mezcladas”.
Deslizarse sobre la superficie de aguas profundas a 45 kilómetros por hora usando pequeñas tablas puede ponerte nervioso; por otra parte el esquí acuático suena divertido. Sientes ansiedad y entusiasmo. Tu decisión sobre si probarlo o no estará basada en el balance que tienen estas dos emociones para ti. Fíjate que dije “para ti”. La decisión es en gran medida subjetiva, basada en qué te hace sentir ansiedad o entusiasmo.
La anticipación puede también ayudarnos a dar sentido a otras emociones, como el enfado o ira: la ira es angustia con una expectativa de cambio externo. El problema está “ahí fuera” y la ira es la acumulación de energía necesaria para resolverlo. Solo trata de sujetar a un bebe para que no gatee, y verás lo que consigues.
La tristeza es angustia con una expectativa de cambio interno. El problema está “aquí dentro”. Me doy cuenta de que debo adaptarme a él. El duelo ante la perdida de un ser querido es el ejemplo más obvio: no puedes hacer que vuelva, solo puedes aprender a vivir con su ausencia. Muchas de nuestras experiencias de aprendizaje más importantes incluyen la tristeza, como empezar a comprender nuestras propias limitaciones, o las limitaciones de nuestros seres queridos, por ejemplo.
Date cuenta que la ira es un poco más esperanzadora; la tristeza es un poco más dura de llevar. La gente tiende a enfadarse con cosas antes de tranquilizarse y aceptar lo que no pueden cambiar. Esto nos dice algo muy importante: Nos oponemos los cambios importantes en nosotros mismos; si podemos, tratamos de hacer que el mundo cumpla nuestras expectativas.
Algunas veces la gente persiste en esos estados emocionales. A una persona que esta siempre tratando de hacer que el mundo – especialmente los otros – cumpla sus expectativas la llamamos agresiva, y a su estado emocional hostil. A menudo, lo que realmente necesita hacer es cambiarse a sí mismo, adaptarse. Pero por alguna razón – su cultura, por ejemplo – ceder es tabú. Como con los placeres físicos, cuando algo no funciona correctamente, hacemos lo que siempre hacemos, ¡solo que como mayor intensidad.
Asimismo, a una persona que siempre trata de adaptarse al mundo – y especialmente a las expectativas de los otros – la llamamos conformista y su estado emocional es comúnmente deprimido. Está siempre tratando de ajustarse a los demás, cuando a menudo lo que necesita es enfadarse.
Lo más común de todo es la evitación: Cuando vemos un problema venir, cedemos a nuestra ansiedad y huimos, física o psicológicamente. Con la evitación, estamos realmente tratando de salir de una situación emocional y volver al estado tranquilo. Desafortunadamente, si evitas los problemas y su angustia, también evitas el placer de las soluciones. Piensa en algunas de las maneras “psicológicas” de evitar los problemas de la vida diaria: alcohol, drogas, televisión. La meta de la evitación es estar inconsciente, o al menos no ser consciente de los problemas.
Estos tres tipos – agresivo, conformista y evitador – son tan comunes que algunos teóricos se han acercado a ellos (Adler, Horney, Fromm, y otros). Esos tipos pueden incluso tener un componente genético en ellos, por lo que algunos de nosotros somos más propensos a enfrentar nuestros problemas con agresión, otros con conformismo, mientras que otros usan la evitación.
Las personas más maduras tienden a tomarse los problemas con un ojo en la solución: enfrentan la angustia y la ansiedad con esperanza y entusiasmo. Esto lleva un poco a la habilidad de centrarte en tus metas e ignorar las molestias de conseguirlas. Esto se ha llamado “fuerza de voluntad”, autodisciplina, necesidad de logro, demora de la recompensa e inteligencia emocional. Yo solo lo llamo voluntad.