Percepción e Interacción

Dr. C. George Boeree
Departamento de Psicología 
Universidad de Shippensburg

Traducción al castellano: 
Nacho Madrid


     La Percepción – ver, oír, tocar, oler, saborear, sentir la posición de las articulaciones y la tensión de los músculos, el equilibrio, la temperatura, el dolor … -- comienza con la estimulación de neuronas sensoriales. Cada sentido implica células muy evolucionadas las cuales son sensibles a ciertos estímulos: Los receptores de dolor responden a ciertas sustancias que se producen cuando los tejidos son dañados. Los receptores del tacto implican a células con cilios las cuales, cuando se curvan, provocan que las señales viajen por el axón de la célula. El balance, el movimiento, e incluso el oído implican c&eacsensibles a la temperatura tienen cilios que se expanden y contraen in respuesta al calor o el frió. Los receptores del gusto o el olfato responden a moléculas ambientales de la misma manera que las neuronas responden a los neurotransmisores. Y las neuronas de la retina responden a la presencia de luz o a los rangos específicos de frecuencia de la luz que percibimos como color.

     Pero la percepción es más que solo una recepción pasiva de información. La percepción es un proceso activo: El tacto, por ejemplo, requiere movimiento. El tacto incluye información sobre ti (p.e. tus músculos y articulaciones) al igual que sobre lo que estas tocando. Podemos decir lo mismo sobre el oído. Podemos llamarlo realmente “escuchar”. El sonido en sí mismo se mueve intrínsecamente, por supuesto (está cambiando constantemente). Si no lo estuviera, no podríamos dejar de oírlo.

     Lo mismo es verdadero sobre la visión. Esta incluye el movimiento constante (de nuestros ojos, cabeza y cuerpo, o de las cosas que vemos o de todo lo anterior. Las partes externas de la retina son particularmente sensibles al movimiento – por lo que cuando algo llega a nuestro campo de visión, nuestra atención se dirige hacia él. Incluso el hecho de que tengamos dos ojos (visión binocular) es un tipo de movimiento – las dos visiones son ligeramente diferentes. Si mantenemos nuestros ojos fijos, y la escena que miramos está perfectamente quieta, todo se podría volver blanco.

     Debemos tener en mente que la percepción no es algo que se hace con los ojos o los oídos o cualquier órgano sensorial específico. Es algo multisensorial, de todo el cuerpo, totalmente envolvente: “Un niño de un año de pie en el suelo de una habitación caerá si las paredes se mueven silenciosa y rápidamente hacia delante, a pesar de que nada lo toque” (Neisser, p. 116, refiriendo a Lee y Aronson, 1974)

La material prima de la percepción

     El proceso perceptual tiene mucho que hacer desde el principio. No estamos en situación de tener que dar sentido de un mosaico de puntos de luz sin sentido o sonidos u olores desconectados unos de otros. En 1890, William James apuntó que no solo percibimos cosas, sino relaciones como “y” o “o”.

     Pon tus manos frente a ti, separadas por unos pocos centímetros. Verás tus manos, por supuesto, y no es difícil imaginar que percibirlas es una cuestión de ciertos patrones de luz seguidos de patrones similares de disparos neuronales. Pero nota que también estas percibiendo tus manos como “cerca la una de la otra”, cuando de hecho esta percepción no te está directamente presentada como un estímulo de la misma forma que tus manos.

     Mucho de lo que experimentamos viene “pre-empaquetado”, listo para nuestro consumo. La naturaleza nos provee de “bordes” – cambios en los patrones de luz, transiciones de sonidos – para que seamos capaces de separar los objetos de su medio. Por ejemplo, vemos las cosas como independientes de su fondo, algo llamado fenómeno figura – fondo, cuya formulación debemos al fenomenólogo danés Edgar Rubin (1886-1951).

     Rubin demostraba este fenómeno creando su ejemplo clásico de una situación figura- fondo ambigua:

     Básicamente, percibimos un aspecto de un suceso como la figura y el otro como el fondo. En la figura de Rubin, no hay una verdadera figura y fondo. Es un dibujo que pretende ser un objeto. Hemos forzado su ambigüedad para que usando el cambio de atención que ponemos en el jarrón o las caras veamos una cosa o la otra

     La profundidad es un ejemplo de algo que experimentamos directamente, sin necesidad de interpretación anticipada. Tradicionalmente, se ha asumido que construimos la profundidad de aquellas claves como la perspectiva y el tamaño relativo, así como las diferentes imágenes que obtenemos de la visión binocular. Pero solo necesitamos usar esas claves cuando estamos mirando dibujos con falsa profundidad. Realmente, vemos la profundidad real debido a que está ahí para verla.

     De nuevo, es un hecho que la visión implica movimiento que nos muestra la verdad del asunto. Por ejemplo, las cosas que están cerca de nosotros cambian de posición más rápidamente que las cosas que están lejos, y los objetos distantes forman el fondo para los más cercanos. ¿Recuerda en la infancia como la luna parecía seguirte cuando ibas en coche, mientras los postes telefónicos se movían a miles de kilómetros a la hora? Incluso la visión binocular – las imágenes dispares en cada ojo – son un tipo de movimiento.

     Eleanor Gibson ganó su plaza en los libros de historia de la Psicología con su experimento del abismo visual. Construyó una mesa especial: una mitad tenía plexiglass, con un patrón de tablero de ajedrez debajo. La otra mitad también tenía plexiglass, pero el patrón de ajedrez estaba medio metro más abajo, en el suelo. Entre ellos había un tablero. Los bebes fueron situados en el tablero, y a sus madres se les pidió que los convencieran para gatear desde una parte a la otra. Adivina que parte no quisieron probar. Aparentemente, los bebes son bastante capaces de ser la profundidad con muy poco, si alguna, experiencia con abismos.